Y entonces se levantó, poseído por lo que había oido y no pudo escapar de la tendencia a la reverencia. No lo pudo criticar, alabando al personal, sin trastabillar, sin gritar, morder ni golpear. Su fuero interno se relamía ante la idea de destrozarlo todo a su paso, de sembrar el caos, de poner orden. Pero los pensamientos y los deseos son ahogados por los lamentos del personal, por lo que pueda pasar, por la sabiduría industrial. El ruido blanco no deja ver más allá de la pared de ladrillo que de repente bloquea tu pasillo. No lo trates de atravesar, vuelve a casa a descansar. Híncale el diente a algo diferente. Escapa.
Capa de pintura para tapar la escritura. Cito mis pensamientos: Ahora mismo reescribía esta amalgama de palabras expulsadas de mi cabeza sin concierto, me sentía inspirado pero al escribir se me ha escapado.
Debatamos. Batámonos. Hagamos un batido.