Se da el caso, resulta, parece, infiero, remilgo, reduzco, que en ocasiones los términos que usamos nos son totalmente ajenos. Pero total, quedan bien. ¡Oh, qué sonoro! ¡Oh, qué intelectual! ¡Oh, debo apresurarme a cruzar, que se ha puesto en ámbar!
Este, primer post reivindicativo de la correcta utilización de las palabras en lo que viene siendo un Blog real visceralista ajeno a la realidad, escrito desde una perspectiva personal sin sujeto, probablemente marque un antes y un después en mi meteórica carrera en la red. Probablemente.
Ahora toca, por lo general, la inconexa divagación existencial del que firma.
Superada esa inevitable fase, continúo con mi disertación. ¡No se puede cundir con el ejemplo, copón!
Y eso era todo lo que quería decir, sin más, ojalá fuera periodista y mis palabras tuvieran calado en la sociedad, para obligarles a usar mal términos:
"A partir de hoy, mis fieles lectores, arreciaréis ensaladas. Mañana por la tarde, a más tardar, requiero vuestra supina abstención rubia. En una semana, sin duda, deseo que hasta el último de vosotros me haga el favor de dejar de cometer simposios, que ya está bien. Y ahora, una serie de consignas revolucionarias, queridos hermanos y hermanas, primos y primas, amantes octogenarios y demás desviados uterinos. ¡Arramplemos visillos! ¡Rezumemos las calles! ¡Achaflanemos acordeones!"
Mis lacayos, os nombro embajadores de la neolengua, que viene a ser la misma que la que hablamos, pero cambiando radicalmente su significado, manteniendo impoluto el significante.
Albricias.
Este, primer post reivindicativo de la correcta utilización de las palabras en lo que viene siendo un Blog real visceralista ajeno a la realidad, escrito desde una perspectiva personal sin sujeto, probablemente marque un antes y un después en mi meteórica carrera en la red. Probablemente.
Ahora toca, por lo general, la inconexa divagación existencial del que firma.
Superada esa inevitable fase, continúo con mi disertación. ¡No se puede cundir con el ejemplo, copón!
Y eso era todo lo que quería decir, sin más, ojalá fuera periodista y mis palabras tuvieran calado en la sociedad, para obligarles a usar mal términos:
"A partir de hoy, mis fieles lectores, arreciaréis ensaladas. Mañana por la tarde, a más tardar, requiero vuestra supina abstención rubia. En una semana, sin duda, deseo que hasta el último de vosotros me haga el favor de dejar de cometer simposios, que ya está bien. Y ahora, una serie de consignas revolucionarias, queridos hermanos y hermanas, primos y primas, amantes octogenarios y demás desviados uterinos. ¡Arramplemos visillos! ¡Rezumemos las calles! ¡Achaflanemos acordeones!"
Mis lacayos, os nombro embajadores de la neolengua, que viene a ser la misma que la que hablamos, pero cambiando radicalmente su significado, manteniendo impoluto el significante.
Albricias.