Finalmente. Con sombreado y todo. Si alguien sabe de qué hablo, por favor, me lo comente.
Pasa todas las noches. Aborreces el concepto, pero adoras hacerlo. Las frases son demasiado cortas si tienen menos de diez palabras. Y se alargan insoportablemente. Una tras otra. Una y otra vez. Unadolatelacatola. Canción infantil. Qué sutil.
Inconfundible, sonó el riff. ¡Jo! ¡Cómo me gusta!
El hombre hacia atrás va más deprisa de lo que tu vas, come cacahuetes, degüella a tus clientes. Lávate los dientes para engatusar a las serpientes. Y si no llegas al plazo, te extirpamos el bazo. Y que jueguen con él los niños, que nadie piensa nunca en los niños.
Periódicamente, sin embargo, publico relatos basados en series de televisión. No es un trabajo remunerado, pero me pagan. Twitter me tiene enganchado.
Separo los párrafos, cada vez mas cortos e inhabitados.
Por una vez, soy coherente.
La relevancia la otorgan lo otros, seamos irrelevantes. El plural me incluye a mi y a mi subconsciente, se lo debo por tomar todas mis decisiones y ser omnisciente. Qué ente.
Harto ya de su mirada, se le acercó. Muy cerca. Eres un cerdo, dijo. Ojalá tuviera un crucifijo. No creo. Creo que, fijo. Mataré a ese pijo. Es mi hijo. La letra de una canción. Beben y me da un ataque al corazón.
Pierdo el hilo, lo retomo.
Está muy oscuro aquí, acompáñame a un rincón iluminado donde pueda ver si te has afeitado. Ni soñarlo, soy el rey de la pista y no estás en mi lista.
Carece de sentido, en fin, sigamos.
No veo más que un estallido y escucho un pitido, pero sé que tu me has mirado.
Y el resto son vísceras y sangre. Una amalgama digital de pan integral y el camarero que piensa que él no lo piensa limpiar.
No lo pienso limpiar.
Y el auditorio estalla en aplausos. Y el acomodador que piensa que él no lo piensa limpiar.