domingo, noviembre 26, 2006

Diario del aforador(o el arte de contar personas)

Alarmante. Las cifras hablan por si solas. Y no sólo hablan, sino que dan el cante y dan vergüenza ajena. El debate está cerrado, no hay que dar clases de religión en los colegios, hay que enseñar a los niños a contar. Que si no, bailan las cifras(en su derecho están).
Empecemos por el principio. En ocasiones ocurre lo inexplicable y las cosas desaparecen, y como nada es casualidad, uno tiende a recuperar lo que es suyo y por self-pride decide juntar dinero y ser auto-suficiente.

-Hijo, ¿qué quieres ser de mayor?
-¿Yo? Yo como tú, papá, quiero ser aforador.
-Pero hijo, yo no soy aforador.
-Pero tú cuentas, ¿no?

Aforar, contar personas, contar, en general... el sueño de tantos niños antaño, tradición que parecía perdida... pero no. Hace escasos días me adentré en el misterioso sendero del aforador, reservado para unos pocos privilegiados. Cometido: detallar el número EXACTO de individuos subidos y bajados a un determinado tren. Finalidad: desconocida. Herramientas: Aforín(amigo del abuelo y el niño), lápiz y papel.
El aforador cuenta sin margen de error, llegando a precisiones de milésimas de persona, alcanzando incluso, si se lo propone, a distinguir y agrupar por grupos de edades, sexos, complexiones y hasta sociales.
En las interminables horas de su trabajo, el aforador puede llegar a perder los estribos, enfrentarse a diminutos adversarios, a oír voces, a debatir sobre temas triviales como la educación, la vivienda o la inserción laboral, pero jamás pierde su concentración, apretando el pulsador del aforín cual Ben Affleck en un anuncio de Axe, o incluso contando con su poderoso aparato contador, ese que descansa sobre los hombros, de aspecto gelatinoso aunque grisáceo y poco apetitoso, cuyo nombre no mencionaré para no herir sensibilidades.
Contra la tempestad y el viento, el frío y el agotamiento, ahí resiste incansable aquel que cuenta con pasmosa habilidad el número de usuarios de la red de ferrocarriles(en este caso), que no se amedrenta ni se detiene ante nada, salvo que el arrollador devenir de los acontecimientos acabe con el arrollamiento(pues eso) de un pobre desdichado bajo las crueles y metálicas ruedas de un furibundo tren...

(Basado en hechos reales)


(¿Continuará?)

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