sábado, marzo 29, 2008

Frenético

El ritmo frénetico del pensamiento se reflejaba antaño en lo plasmado sobre el... ¿papel?
Así, frenética, desordenada, caóticamente las palabras rellenaban todo espacio sin importar la forma y apenas el contenido.
Sólo fluir de ideas entrelazadas dudosamente sin sentido aparente. O con tanto sentido que no pueden entenderse.
Vínculos rotos, dejadez y desorientación. Creatividad cero.
The Magical Mistery Tour.
Horas perdidas pero bien aprovechadas. Como dudar de la correcta ortografía. Quizás la forma si que importa. No lo hagas mal, coge una canción triste y hazla mejor. Eso dicen los más grandes. Pero hay otros buenos. No dejes de citarlos.
Y las onomatopeyas mejoran cualquier canción. Por mala que sea la letra.
Y si nadie te escucha, habla mas bajo.
Y... ¿luego?
Nada queda pero algo hay que dejar.

jueves, marzo 20, 2008

OJOS ROJOS

El inmenso universo del Ulululu se dibuja en sus ojos rojos y redondos como dos narices de Rudolf en plena ventisca. Diminuto como es, el Ulululu puede pasar desapercibido con solo cerrar los ojos. Nadie conoce su procedencia, ni su hábitat natural, tan solo algunos lo han visto desplazarse a saltitos mientras captura enormes libélulas al vuelo con asombrosa facilidad. Son sus dragones y disfruta venciéndolos, más cuando los digiere.
Difícil de ver, oír o detectar, quienes han logrado capturar un Ulululu lo han sido a su vez por el mismo. Su mirada incendiaria atrapa al más intrépido y al menos compasivo. Indomable pese a su aspecto, el Ulululu se convierte más en amigo que en mascota, pues él elige quedarse con su captor, quien tampoco podría negarle su libertad.
Hay quien dice que el Ulululu es solo leyenda, ¡cuán equivocados están!

Esto no es ningún mito, Platón.

Surcos oscuros rodean y palidecen una mirada perdida, cercana a la demencia. Pálido en la oscuridad mira un punto en la distancia. Como mirando algo que se aleja. Sólo sombras dibujadas en la pared. Las llamas no crepitan, no hay fuego que ilumine. Solo la oscuridad se hace sombra. En alguna parte una gota cae seguida de otra en una interminable persecución hasta caer en un charco retumbando en el silencio así roto. O quizás unos acordes de guitarra. O un atropello fortuito seguido de gritos y dolor. O un color chillón.