Para hacer algo bien primero hay que saber hacerlo mal. Hacer algo bien no tiene ningún mérito si antes no se ha fracasado estrepitosamente en ello. Puede que este ensayo se convierta en una equivocación, pero por algo se llama ensayo, es simplemente un intento de explicar algo con coherencia y sentido; algo extraordinario si tenemos en cuenta que surge de nuestras divagaciones más profundas o simplemente se hace en un tiempo récord para conseguir una inapreciable mejora de una pobre nota media.
Supongamos que esta serie de letras que son aporreadas por mis dedos sobre el teclado inalámbrico de mi ordenador se ordenan de tal forma que crean palabras con significado y significante real y que a su vez estas palabras son colocadas siguiendo una estructura correcta hasta formar oraciones, párrafos y en última medida un texto que pueda jactarse de serlo. Por si fuera poco, si el texto en si tiene la estructura adecuada y no hay errores que la ciencia que estudia la estructura de los textos(si es que existe tal ciencia) pueda detectar, el texto debe además cumplir su cometido, sea informar, sea entretener, sea divagar.
Alguno dirá que el texto, igual que todas las cosas, tiene su propia naturaleza, y que ésta tiene fin y s fin al mismo tiempo. Posiblemente no se equivoque, pero recordemos de dónde sale el texto, sale de una mente determinada que a través de diferentes mecanismos logra concebirlo y mostrárselo al mundo.
Por el momento, mi ensayo es más bien un error, pues me he desviado del tema principal para divagar sobre letras, palabras y textos, aunque quizás esa sea la verdadera naturaleza de mi texto que, a pesar de mis esfuerzos por seguir una línea concreta, una recta definida por un vector director y un punto, ha adquirido vida propia y me lleva con determinación sobre lejanas y retorcidas ramas hacia los cerros de Úbeda, un lugar desconocido, tal vez inhóspito, donde quizás el texto alcanzaría la perfección que tanto desea y a la que tiende ineludiblemente.
Afortunadamente, yo soy consciente de ello, y hago lo posible para que el ente con vida propia que es el texto no alcance su objetivo, ya que si algo alcanzase la perfección muy probablemente se rompería el continuo espacio-tiempo, al desaparecer tras alcanzar su propia finalidad. Si no ocurriera ninguna hecatombe natural o sobrenatural, nunca sabríamos si realmente el caprichoso texto ha alcanzado su perfección, algo indefinible y que probablemente nunca conozcamos, si es que existe.
Al fin y al cabo, siempre se ha dicho que equivocarse es humano, y sin embargo continuamente se nos pide acertar de pleno en todo lo que hacemos, pero nunca oiremos una pegadiza frase o un viejo refrán que nos aliente a hacerlo.*
*Escrito en la feliz época de 2º de bachillerato
jueves, septiembre 28, 2006
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1 comentario:
Nunca me cansaré de leer este escrito, y tu blog entero. Hace tiempo que no entraba y estoy viendo que hay mil cosas nuevas. Soy tu fan, Miguel. Te promociono siempre que puedo. Y sigo diciéndote que te dejes de ingenierías...
Un beso
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